Intercambio de palabras con Laurent Bouisset a propósito de Dévore L’attente
Julio C. Palencia
Ilustraciones de Anabel Serna Montoya
Después de muchos meses de mensajes repetidos, preguntas, saludos, buenos deseos, logramos coincidir él y yo en un lugar de este planeta que cada vez se hace más y más pequeño. Y no es que nosotros nos hagamos grandes, al contrario, da la impresión que también nosotros nos encogemos, regresamos a la nimiedad más allá del polvo que nos forma. En la era de los derechos humanos, la hipocresía ronda entre las palabras, entre las letras y los hechos. Basta con hacerse de la vista gorda, basta con hacer pesada la letra, basta con voltear a ver a ningún lado. El individuo desaparece sin gloria y con mucha pena bajo un ancho y grande cartelón que dice con letras brillantes de falso neón: Loosers. El mundo es para los que han «triunfado», para el que sabe pararse sobre los demás, para el ladrón de cuello blanco.
Coincidimos con Laurent Bouisset en la entrada del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México. Tarde gris y fría, con una bocanada fresca de amistad. Él, desvelado, horas recién desempacado de Marsella, Francia. Su esposa, Anabel, y su hija, Maya, ambas habían partido antes que él hacia Aguascalientes, el punto final de este viaje.
A partir de las fotos, nos acercamos, confirmamos rasgos, vimos uno que otro defecto, nos preguntamos y afirmativamente respondimos. Allí comenzó el intercambio de palabras, de ideas, de conocer un poco más del amigo.
Devora la espera es el título del primer libro de este poeta francés que con desgano nos habla de la poesía que actualmente se escribe en Francia. No le entusiasma. Sin embargo, el brillo se monta en sus ojos al hablar de la poesía latinoamericana, con decantado gusto hacia la poesía guatemalteca, mexicana y chilena.
Dévore L’attente (Devora la espera), publicado por Éditions Le Citron Gare en el 2015, incluye fotografías de Anabel Serna Montoya, esposa del poeta.
P: ¿Dé donde provienen tus raíces en Francia? ¿Cuál es tu ciudad natal?
Naci en Lyon en 1981. Mi papá trabajaba con la seriedad más grande, el rigor más cartesiano (de él aprendí el método, el sentido del método y de la razón), en una firma alemana haciendo básculas – ¡nada realmente poético! – y mi mama era secretaria, pero cuando nació mi hermano mayor en 1979 renunció para poder cuidar mejor a sus hijos. El departamento donde vivíamos, donde crecí, se encontraba en la periferia de la gran ciudad de Lyon, lejos de los barrios burgueses del centro, aunque no se encontrara tampoco en las afueras realmente conflictivas. Léonard, mi abuelo materno, vivía muy cerca de nuestra casa y tenia por fortuna un jardín donde me enseñó a sembrar rábanos, patatas, jitomates… El había nacido en Lyon en 1908, en el seno de una familia muy pobre. Era hombre de ciudad, pero también había vivido en el campo, en el centro de Francia, donde se había casado con María, mi abuela –mujer campesina pobre que pasó su infancia y juventud cuidando rebaños de vacas– y por eso era tanto conocedor de la tierra como de la madera y del hierro que solía trabajar como el obrero aplicado que era, que había sido toda su vida, aunque hubiera tenido que dejar de trabajar bastante joven, por razones médicas. Era comunista. Formó parte del partido casi toda su vida. Leía mucho también y me regaló un gran número de libros. De él aprendí que no se debían separar, o peor, oponer, los conocimientos intelectuales (de la ciudad) y los conocimientos agrícolas o técnicos. Mas bien, se deben complementar y alimentar el uno al otro. Otra cosa importante: gracias a él tuve la suerte de conocer bastante joven a tres escritores, tres gigantes de la literatura francesa : François Rabelais (autor lionés del siglo XVI), Víctor Hugo y Émile Zola (ambos grandes escritores franceses del siglo XIX). Del primero, Rabelais, aprendí la fuerza del humor, la importancia del cómico como detonador social y político. Del segundo, aprendí el maravilloso soplo de sus novelas gigantescas llenas de personajes inmortales (como Los Miserables, por ejemplo), y del tercero la posibilidad – debería decir la necesidad – de investigar sobre la realidad antes de escribir. Una de las novelas de Zola en particular, Germinal, trata del duro trabajo de los mineros en el norte de Francia y recuerdo que tuvo un gran impacto en mí cuando tenia once años, ¡hasta me dejó sin habla ! Tales experiencias literarias me dieron ganas de leer muchos otros libros, de nunca dejar de leer libros importantes. Así que – como lo habrás seguramente notado – heredé al mismo tiempo de mi abuelo francés el gusto de los rábanos – ¡muy importantes para los tacos mexicanos!– y una consciencia política y social inquebrantable (Léonard había sido también miembro ferviente de la Resistencia contra los nazis durante la segunda guerra mundial, y hasta su muerte en 1998 nunca dejó de hablarme de ese hecho histórico crucial) y también el amor por la más alta literatura… al menos tres legados distintos y hermanados.
P: ¿De qué manera, cuales son las circunstancias, en que te acercaste a la poesía? ¿Desde cuándo?
Mis primeras emociones poéticas ocurrieron escuchando grupos de rock. Dos en particular: Noir Désir, grupo francés muy importante para mi, y The Doors, el grupo gringo bien conocido de Jim Morrison. A los quinces anos, tuve la suerte de poder asistir a un concierto de ese grupo francés, Noir Désir, y tanto la fuerza de la música como la profundidad de las palabras – aliadas al gran carisma del cantante Bertrand Cantat (que puede ser visto como un tipo de Morrison francés) – me dejaron en un estado de felicidad – ¡casi en trance! – tan grande que no pude evitar ponerme a escribir páginas y páginas (de puro delirio, ya hoy desaparecido) de manera casi instintiva. De manera lógica, enseguida intenté formar mis propios grupos de rock. Toqué y toqué la guitarra como loco – queriendo a veces imitar a Kurt Cobain – grité más que canté durante casi diez anos, pero desgraciadamente – ¡o tal vez por fortuna! – sin gran talento vocal… así que las letras poco a poco consumieron la música. Es decir que, poco a poco, empecé a producir más y más letras que declamaba más que cantaba… ¡páginas y páginas de versos para una sola canción de quince minutos como mínimo! Así que mis compañeros músicos no tuvieron otra opción que decirme: «Hombre, ¿por qué no escribes libros, en vez de andar en grupos de rock?» y pues… hasta el día de hoy, es lo que trato de hacer. Pero, para contestar de manera más completa a lo que me preguntas sobre las circunstancias en que me acerqué a la poesía, no puedo evitar añadir dos elementos complementarios muy importantes: el descubrimiento de la obra del escritor francés Antoine Volodine (cuando tenía veinte anos) y el viaje inmenso a Rusia, Mongolia y China que tuve la suerte de hacer a la misma edad, leyendo su obra. La fuerza de las imágenes poéticas de Volodine aliadas a la belleza de los paisajes y personajes encontrados allá (especialmente en la orilla del lago Baïkal, lugar muy salvaje y bello, cuya luz fría tiene en mi memoria algo de místico) me provocaron también – de manera tan fuerte como la música – una sed insaciable de escribir… de trabajar y trabajar para inventar imágenes poéticas más y más fuertes todo el tiempo. Hasta hoy, ese impulso primitivo – en gran medida adolescente – nunca se ha mitigado, aunque me haya casado y tenga ahora una hija. Sigue fuerte y cotidiano en mi vida actual de padre, marido y profesor, como cuando era ese joven hirsuto y alegremente lleno de excesos, imposible de calmar… ¡incapaz de seguir con la misma novia más de una semana!
P: Dévore l’attente, tu primer libro de poemas fue publicado en el 2015. ¿Qué nos puedes comentar de los poemas que contiene?
Pues… contiene poemas escritos entre 2004 y 2015. Once años de escritura, de búsqueda, de viajes y de manera más simple… de vida. Los textos fueron escritos en lugares muy diferentes, ¡en diez ciudades, de hecho! México, por supuesto, pero también Guatemala y la Guyana Francesa donde trabajé como profesor durante un ano escolar, entre 2006 y 2007. Este libro nació gracias al editor y poeta francés Patrice Maltaverne. Me publicó muchas veces en su revista Traction-brabant y un día me escribió para proponerme el proyecto de un poemario. Lo mas difícil, pero al mismo tiempo lo más interesante, fue seleccionar. Tenia tantos textos escritos, imagina más de once años.
La idea era de escoger los textos que nos parecían, a mi y al él también como editor, los más fuertes, los más precisos… los que sobrevivían una re-lectura cinco o diez años después. Algunos fueron reescritos también… Trabajamos mucho, y al final tenemos un poemario articulado alrededor de la idea de la espera, tema muy importante en mi obra. La espera de algo fuerte… algo que nunca pasa y que suscita, por supuesto, frustración… porque queremos devorar, como leones, la vida, y siempre pasa algo que lo bloquea… algo que viene a impedir la cena fabulosa que esperábamos. Lejos de destruir la escritura, eso para mi la provoca, ¡la alimenta, la atiza! Escribo a partir de ese bloqueo. A partir de la imposibilidad. Como lo escribí un día en un correo al amigo poeta guatemalteco Alan Mills : «Es porque no podemos gritar que gritamos. Es porque no podemos escupir que escupimos. Es porque no podemos vivir aquí que vivimos más que nunca.» La contradicción, la paradoja, representa para mi la sal de la escritura. Es porque vivimos contradicciones, paradojas insoportables que escribimos, que seguimos escribiendo, que vamos a escribir más que nunca, para tratar de curar esa enfermedad interna nacida de las oposiciones. La vida y la muerte, por ejemplo. La riqueza nuestra, en Europa, y la pobreza de tantos países… tema central y obsesivo para mí, ahora que tengo una hija mitad francesa, mitad mexicana. Trato de ese problema (el problema de la desigualdad) entre los mundos en el poema que se llama por cierto Problema . Hablo de mi bebé, de su vida entre el primer mundo y, en comparación, de la vida de muchos otros niños en países en guerra, donde ocurren genocidios o bombardeos salvajes. Qué significa… que puede significar el amor que le tengo a mi bebé, si no se extiende a todos los demás, todos los que tienen hambre o mueren en los bombardeos ? Vos, Julio, lo decís muy bien en un poema que traduje de tu libro Trinar es otra forma de decir te amo:
«Si el nosotros no tiene sentido,
¿ qué hacemos tú, él, ella y yo aquí ?»
No escribo como Proust, en busca del tiempo perdido. Me da igual el tiempo perdido. ¡Que se pierda más! Escribo como vos (por eso nuestras obras se hablan, yo creo), y me lanzo a la búsqueda de ese gran NOSOTROS. Escribo para regalarme la ilusión que existe ese nosotros. Que está aquí. Que todos ahora somos un solo poeta, como lo digo en el ultima poema escrito en Bosnia, Fredaine bosniaque. Poema en estado de embriaguez, yo creo… Después de la ola de alcohol, regresa el yo, el ego, el sujeto, y con él la contradicción, el conflicto… y con el conflicto la electricidad, la rabia de seguir escribiendo más.
P: Qué te parece la poesía francesa de nuestros días, la que se hace hoy en Francia.
Leo muchos poemas franceses a diario. Me cuesta mucho descubrir una escritura nueva, nuevas maneras, nuevos conceptos… y desgraciadamente lo que pasa, me aflige decirlo, es que casi en todos los textos escritos ahora en Francia descubro una desagradable decepción, podría decir frustración. Me pregunto por qué será. La mayoría de las veces leo cosas tímidas, minimalistas, timoratas, embriones de poemas en lugar del terremoto esperado. Es como si los poetas franceses temieran no ser publicados si escriben algo auténtico, sincero. Como si el poeta mismo aplicara una autocensura que da asco. Leo cosas grotescas, en el sentido negativo del término, con la etiqueta «trash », «vanguardista » o « experimental » y que no sirven de nada ni dicen nada. Poemas nacidos del concepto. De tal concepto (en realidad, muchas veces no existe tal concepto), o aún peor, nacen de la voluntad de provocar, sin provocar a nadie, por supuesto… Todo se puede decir en ese primer mundo orgulloso de sus valores democráticos, y a pesar de eso, o tal vez por eso, ya no se dice nada. Nos estamos muriendo de tanta comodidad, tantas subvenciones. Tal despilfarro cotidiano de energía y palabra. Estamos perdiendo, o ya lo hemos perdido, el sentido de la historia. Quiero decir, la historia de mi abuelo, él, que sabia luchar con los obreros para defender sus derechos. Él, que sabia luchar para salvar a los judíos amenazados por los nazis. Tal vez sufrimos de lo que Fukuyama llamó «el fin de la historia». Fin que nunca llegó, la historia nunca se terminó. Pero la mentira del fin, esa mentira sí la creímos. Muchos la creyeron… y con esos atentados horribles en París… con esta barbarie surgida de repente, apenas nos estamos dando cuenta, demasiado tarde, que la historia sí seguía, sí estaba vigente. El destino de la poesía en Francia me parece ahora muy interesante. ¿Qué sucederá con ella? Me parece que regresará a la realidad vivida, sentida, a la realidad turbulenta y verdadera. La de un Manuel José Arce, para tomar un ejemplo bien conocido por vos. Acabo de traducir algunos poemas de él, terribles, sobre el genocidio de Ríos Montt, y cuando los leo aquí en Francia… cuando la gente los escucha… se siente como asaltada y al mismo tiempo se despierta, se levanta de su silla y empieza a preguntar : «Pero, ¿sí se puede escribir así ? ¿Se puede escribir así todavía?» ¡SÍ, SE PUEDE ESCRIBIR ASÍ, SÍ SE DEBE ESCRIBIR ASÍ TODAVÍA! Es lo que trato de gritar en un poema llamado : «La explosión del fruto gigantesco». Pero, ¿qué ruido puede hacer una explosión en el desierto sin nadie para escucharlo? A veces me digo que ese texto también es inútil. Que no vale la pena darme de golpes en la cabeza contra una piedra. Mejor irme de Francia pronto. Empezar a escribir una nueva obra en español. De tal huida nacería otra contradicción, seguramente… Lo bueno es que conocí a Patrice Maltaverne, el editor de mi libro, él esta de acuerdo conmigo. Él siente la misma frustración. Él mismo desea algo nuevo. ¡Por lo menos somos dos! Somos como dos granos de maíz en el paisaje demasiado limpio de la poesía conceptual/complicada/repetitiva francesa… Él me dice que hay más granos. Que somos muchos otros granos. La idea estriba en conectarlos ahora. Es lo que él hace muy bien. Es lo que trato de hacer con mis textos y mi blog Fuego del fuego. Es un trabajo permanente, al mismo tiempo frustrante e intenso, lleno de dudas y, a veces, los mejores días… ¡de nopales!
P: El tema de los refugiados y migrantes es un tema de mucha actualidad en Francia. ¿Qué piensas tú sobre eso?
Si, es un tema de mucha actualidad, con la guerra en Siria y otros países. Es realmente horrible saber cada semana de un nuevo naufragio de alguna balsa en el mar mediterráneo.
Te informan de eso en la radio o en la tele, es decir del ahogamiento de no sé cuantos hombres, mujeres, niños, y después… hablan del fútbol o del nuevo corte de pelo de moda en París. La verdad es que muchos migrantes tratan de sobrevivir como pueden, sí. Una parte de ellos trata de huir de la guerra, como cuando vos tuviste que salir de Guatemala, durante los 80s. Otra parte viene por razones económicas, y esos son los más despreciados de todos.
Mucha gente habla basura del tipo : «Si vienen huyendo una guerra… pues… sí. Pero, ¡si vienen por razones económicas… no! » Otros dicen no a los dos. Otros dicen sí y crean asociaciones para recibirlos. Nosotros mismos, con mi esposa, tratamos de recoger ropa, comida y cosas diversas para ellos. Ese tipo de generosidad existe. No niego la existencia de esa generosidad en Europa actualmente, pero el problema más grande… el problema gravísimo y fuerte, mucho más fuerte que la generosidad, es la manera en que ahora sube la derecha extrema, y con ella la idea de que los extranjeros son un peligro. Que son todos terroristas. Que deberíamos sacarlos a todos de Francia, y hacerlo enseguida, si queremos sobrevivir como país, si queremos defender nuestra identidad nacional. ¿Qué va a pasar? No lo sé. No sabemos. Lo que me parece evidente es que el tema de los migrantes se debe pensar en relación con otro tema crucial, el de la desigualdad entre los países. La desigualdad entre los mundos. Tienes aquí esa fortaleza llamada Europa, esa bellísima fortaleza llamada Europa, dentro de la cual hay países muy ricos, otros menos ricos como Grecia o Portugal… pero bueno, tienes aquí a Europa, tienes allá a Estados Unidos, y pues… ¿de dónde proviene la riqueza de estos países? ¿De dónde viene la superioridad de esos gigantes acostumbrados a la comodidad y al lujo? ¿Seguirían igual de ricos si los países pobres ya no trabajaran para ellos? Por ejemplo, si los obreros mexicanos ya no trabajaran para la Nissan (ganando una miseria de salario) en Aguascalientes… ¿el gigantesco y poderoso grupo Renault-Nissan, franco-japonés, seguiría cosechando los mismos beneficios? ¿Cuánto dinero ganaría el francés Carlos Ghosn? Y si el país más pobre del mundo, o uno de los mas pobres, hablo de Niger, si ese país ya no vendiera su uranio precioso tan barato para nuestras centrales nucleares… ¿qué le pasaría entonces a nuestra energía eléctrica en Francia? Y te podría dar muchos otros ejemplos similares… Te podría hablar del Estado Islámico, el ISIS o DAESH en árabe… Sin la intervención militar de los gringos en Irak, de Francia en Libia, ¿ese grupo terrorista tendría tanto poder? ¿Tanto espacio para desarrollarse? Lo que trato de decir, y es muy importante decirlo ahora en Francia, es que pasamos muchos tiempo criminalizando a los migrantes. Los criminalizamos todo el tiempo. ¿Por qué vienen? ¿Por qué huyen? ¿Por qué vienen a quitarnos nuestro pan? Y deberíamos pensar más. Pensar de manera natural que en un mundo tan desigual, en un mundo tan desequilibrado, un mundo para tantos aquí casi «perfecto», porque muchas personas tienen todo lo que necesitan aquí en Europa – muchas otras igualmente no lo tienen. La desigualdad existe dentro de la misma Europa, por supuesto, y va en crecimiento como resultado de las políticas de austeridad neoliberales. Podriamos, por ejemplo, hablar del caso de España… Pero bueno, digamos que muchas personas tienen mucho aquí (igual sucede en México, donde la injusticia hace que coexistan el hambre de millones y el hombre más rico del planeta) y a veces hasta caen en depresión de tanto tener, pero eso sería otro tema, del cual te podría hablar mi esposa mexicana, Anabel Serna Montoya… Todo el tiempo me pregunta: «Por qué tienen tanto aquí y se sienten tan mal ? ¡Y casi nunca se sonríen! ¿Por qué toman tantas pastillas para dormir ?» Pero bueno… volviendo al tema, te digo que en un mundo así, el numero de migrantes no va a disminuir. Al contrario… ¡Va a crecer! Y después tendrá varias opciones: dar la bienvenida o rechazar, y ahora en Francia, parece que la segunda opción es la que está de moda… pero tenemos una tercera opción: empezar a pensar el mundo de manera más global, preguntándose si el planeta realmente podrá seguir así. Con una minoría gozando y una mayoría trabajando como burros… Tenemos aún otra opción, más cínica, la de Merkel en Alemana: dar la bienvenida a los migrantes por razones económicas, porque los alemanes no procrean lo suficiente, ¡no hacen suficientes niños ! Si, podría ser otra opcion: recibir a los migrantes con mucho humanismo, muchas palabras bonitas, para después utilizarlos como una gigantesca fuente de provecho… Por supuesto, no pasará algo así en Estados Unidos, aunque Donald Trump diga que los migrantes mexicanos son borrachos y flojos… Contribuyen en realidad y de manera directa a confirmar el nivel económico del país haciendo trabajos ilegales, mal pagados y peligrosos que los mismos ciudadanos gringos tendrían miedo hacer.
P: Conjuntamente con el ejercicio de poeta, te dedicas a la traducción. Has traducido a varios poetas latinoamericanos al francés. ¿A qué crees que se deba esa afinidad con América Latina?
Debo agradecer, primero, a la traductora franco-mexicana Alba Marina Escalón, porque fue ella la que me mandó por correo electrónico, hace unos seis años, el manuscrito de su traducción al francés del gran poema de Alan Mills, Síncopes. Lo lei de un tirón en Francia, como me hubiera echado un tequila o un gramo de cocaína… y pues… exactamente lo que me frustra, lo que me molestaba acerca de la nueva poesía francesa estalló allí. Por fin tenía entre la manos el texto de un joven poeta escrito con las tripas, la rabia, la ganas tremendas de decir, de sentir, de gritar, de mojarse las manos arrancando el corazón mismo de la vida, exactamente como un siglo antes Soutine Pintaba, como Rimbaud vivía mucho más allá de su piel lo que escribía, huyendo del norte de Francia hasta París, hasta Inglaterra, hasta África, donde terminó vendiendo armas… Parece que me salgo un poco del tema pero en realidad no. Lo que viví leyendo el texto de Mills fue tan fuerte que le escribí, enseguida, al joven poeta. Yo hablaba muy mal español hace seis años, así que mi primera carta a Alan, la escribí en un tipo de mezcla de francés, inglés y español con muchos errores. Él me contestó y así comenzó todo. Conocí a otros poetas latinoamericanos, Héctor Hernández Montecinos de Chile, Javier Payeras y Vania Vargas de Guatemala, Luis Miguel Hermoza de Perú, José Manuel Torres Funes de Honduras y muchos otros escritores interesantes, llenos de energía y con ganas de comunicarse conmigo. También conocí a Erick González, pintor guatemalteco, en París. Me invitó a Guatemala, donde pasé un verano estupendo en el 2010. Empecé a mejorar un poco mi español. Con Erick creamos el blog Fuego del fuego, donde empecé a publicar traducciones de poetas latinoamericanos al francés. Todo eso, toda esta actividad transatlántica me dio mucha energía. Me sirvió como detonante para resucitar. Sin ellos, sin los poetas que acabo de mencionar, nunca hubiera terminado el libro Dévore l’attente. No hubiera encontrado la energía necesaria par sobrevivir al desastre artístico actual en Francia. Seguramente, hubiera terminado alcohólico. Algunas veces, con algunos de ellos me emborraché, pero su poesía fue lo más importante. No quiero tampoco idealizar la poesía actual de América Latina. Hay mucha obra mala allá también. Los buenos poemas no están creciendo en cada calle como crece el maíz. No estoy diciendo eso. Sería ridículo de decir eso. Digamos que tuve la suerte de conocer poetas interesantes, no sé porqué, pero así fue, ¡mientras que en Francia ese milagro ocurre muy raramente! El único miedo que tengo, y te lo digo en serio, es que la poesía contemporánea de Guatemala, de México, de Honduras, sea contaminada por el vacío conceptual europeo. Me di cuenta de eso leyendo algunos textos escritos por jóvenes latinoamericanos. Seria un desastre doble si se exporta nuestro desastre cultural francés hasta hacer destruir la llama de la poesía vital actual latinoamericana. Mirando ciertas películas del director mexicano Carlos Reygadas, me di cuenta, por ejemplo, del peso de la invasión conceptual europea y de los desastres cinematográfico que puede, desgraciadamente, provocar. Miramos con mi esposa mexicana Batalla en el cielo y nos lamentamos de la nada absoluta de tales imágenes pretenciosas queriendo imitar seguramente al gran arte contemporáneo frío que vomito. Amores perros al contrario nos regaló una fabulosa energía y ¡ganas de crear, de crear más y más!, así como te dan ganas y ganas de crear un solo de Cotrane, un poema de Manuel José Arce o de Luis Alfredo Arango. Pero, dime… ¿no se va perdiendo ahora en Estados Unidos el fabuloso Alejandro González Iñárritu?
P: ¿Te gustaría agregar algo más?
Ya hablé mucho, tal vez demasiado… y seguramente he dicho muchas verdades a medias, algunas aproximaciones… Aun así, me gustaría añadir algo más. Algo simple, directo y sincero. Me pueden escribir al correo siguiente: laurentbouisset@yahoo.fr todos los poetas jóvenes o viejos, barbudos o calvos, budistas o anoréxicos de Latino América. Leeré sus textos con mucho interés y (si me gustan mucho, solamente si me gustan mucho, si me gustan muchísimo, para dejarlo bien claro) trataré de traducirlos para Fuego del fuego (www.fuegodelfuego.blogspot.com). Pueden ser textos del creador mismo o de otros poetas. Cualquier texto importante, valioso, brotado de la sombra y en busca del sol.
A continuación Coltrane, que se incluye en el libro, poema inspirado en John Coltrane, creador del jazz libre o free jazz.
Coltrane
A ese sol-sonido ese frío
Unirme
Quisiera
Más allá que por la piel
Hacer música para las vacas
Agarrar al vuelo el guiño de esa dalia
Quemar
Sentir
Fluir
Nadar en la luz
Aspirar las entrañas heridas de un cervatillo
Expirarlas en nubes azules
Que mis penas mis líquidos mis alegrías
Ya no sean más que
Agua clara
Que se llame música entonces el agua
Y que así sea
No comparto esa falta de entusiasmo
Entiéndanme
Debo soplar
Debo decir que la vida me provoca asco
Bajar al fondo de la herida
Para subir
Pero en el abismo donde devoro
Amigos
¡Qué dolor!
¡Qué quemadura de infinito
Al pliego de los labios!
Quisiera poder parar la carrera
Dejar caer ese caos llamado saxo
Que la armonía nazca de ella misma
A la punta del tiempo
O de un cabello
La escritura borrada
La partición en la tumba
Y los rayos del sol hechos
El único pentágrama
Pero el corte en la nuca perdura
El estribillo de agonía refluye
En el azul oscuro
El amor supremo en la carne significa
Que todo eso no basta
No puede
No podrá contener nunca la afrenta
¿Llegaré a decir
Que el adverbio bastante
Para mi saxo es insuficiente?
El infierno blanco
Me amarró al cagadero
Entiéndeme
Negro jodido gritaban sus ojos
Sus traseros hipócritas repetían
Echado a perder desde el nacimiento
Pero ahora tengo el torrente
Tengo las plumas y las alas
Arrancadas a su viejo solfeo
Y desbordo
Giro
Y quisiera tanto volar
Tanto cagar
Pero siempre tropiezan esos coágulos
Esos clavos
Esos golpes de mierda del pasado
Siguen apretando
Súdalos John
Fríelos al free
Doce horas
En el caldo
¡Adelante!
¡Sopla!
Hará buen tiempo
Buen tiempo ya ¡puta!
En la chispa donde acaricio
Donde lamo
Y veo que sube
Del fondo de la noche
El color
Tan cerca de aturdir y saturar
De sentir que llegó a mis brazos
La extenuación
Pero no pausa
Sobre todo
No hay fin para ese principio
Lo lejano se extiende.
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