Julio C. Palencia

Obra para ser representada en un establo donde sirven tragos (con sangrita), o casi poema para ser recitado a niños sin mañana mientras intentan dormir.

Personajes:
Una garrapata cualquiera.
Una pulga cualquiera.
Un general cualquiera (ponga usted la procedencia, para mí es guatemalteco)

El rojo no esconde su secreto —dice la garrapata,
delicioso caldo que me hincha
el vientre hasta el hartazgo.

Mi preferido es el caballo —alardea de gran mundo.
Un paraíso los pliegues de sus muslos poderosos
y sus orejas, !qué decir de sus orejas tensas,
al menor mordisco sueltan
un torrente de vida¡

La vaca… también la vaca
tiene sangre de ensueño.
Sus ubres llenas nos arrinconan contra su entrepierna
y aquella tibieza placentera
es el lugar perfecto para mis crías.

La pulga, que escucha atenta, levanta tres de sus patas.
También quiere hablar, mueve de lado a lado su cabecita.

En mi opinión  —dice reteniendo en su lugar un sombrero de bombín—,
básico para el bienestar es el alimento caliente.
Pero a eso le sumo la suavidad de las plumas,
lo terso del conejo,
el resguardo seguro contra el frío.

Mi lujo es de plumas,
un gusto adquirido en mis andanzas.

Palomas, pajarillos, gallinas.

Sueño de halcón, águila, buitre;
la vista aérea mientras comes es inolvidable.

Alojamiento y comida entre nubes.

Ah, pero los colores, de otro mundo los colores.
Los colores…  —decía la pulga, con dos patas entre las alas del sombrero
que agrandaba su diminuta cabeza.

El pavo real es un privilegio
y entre tanta belleza y aquella sangre de abolengo
queda uno condenado a no olvidar nunca.

Nada se le compara —clarea su garganta sólo para continuar.

En ese arcoíris sicodélico
te pierdes para el mundo de las pulgas —remata— y da un sorbito de sangrita.

Poco visible, casi nadie,
se asoma un rostro chato, unidimensional,
con una naricilla pegada,
de hojalata.

Tenía apariencia marcial y voz de trueno
pero siempre aquel rayo de su voz
terminaba en un pitillo agudo.

!Yo soy general¡
truena desmedido para su tamaño
con cómico colofón delgado de voz.

Pero todos me conocen como el soldadito de hojalata.

Soy juguete de niño rico y
me divierte hacer su voluntad.

Yo recibo órdenes.
Yo recibo órdenes.
Yo recibo órdenes.

(Repite mecánicamente mientras se aleja del escenario)