Julio C. Palencia
Estamos en la tierra de la belleza convulsiva, en la patria de los delirios comestibles. Nuestra poesía moderna, nuestra pintura, nuestras otras artes, sólo son todavía un testimonio hermoso de la superioridad del medio.
Cardoza y Aragón, fragmento de carta dirigida a André Bretón.
Luis Cardoza y Aragón cumpliría años el 21 de Junio. ¿Cuántos? Nació en 1901. Murió en México, Distrito Federal, en 1992, y es muy difícil decir que murió en el exilio. Era un guatemalteco oriundo del Distrito Federal. Murió en su casa. La de la esquina del Callejón de Las Flores. Su agonía final fue un alucine de sicarios y perseguidores a los que despreció y combatió toda su vida. Sus cenizas dominan la vista sur del Valle del Anáhuac desde el Ajusco, asiento de la Ciudad de México. Allí se reunió de nuevo con Lya Kostakowsky, su mujer. Un puñado, literalmente, de sus cenizas está en la Antigua Guatemala, donde nació. Las extrajo de la urna cineraria Marco Vinicio Mejía.
No es este un análisis sesudo sobre Luis Cardoza y Aragón. Yo vengo a contar de mis asombros, de las maravillas que ocasiona su palabra en mi lectura. Como una flor que se abre, un rayo fugitivo entre las nubes, una mirada más alta y diferente sobre el día. Lo que quiero es contagiarte. ¿De qué otra manera podría hacerlo? Carlos Fuentes decía que él leía El Quijote al menos una vez al año. Yo vuelvo irremediablemente a la palabra del Brujo del Ajusco.
Escritura obsesiva: barroca y repetitiva. Barroquismo que repudia los adornos, persistente y repetitiva gota de agua. El comienzo es siempre nuevo.
No es el postmodernismo apocalíptico de Mad Max; es entre sueños lúcidos un balbuceo de asombro. Prodigio poético que de tanto bregar sobre el mismo punto, la misma idea, sobre el mismo cuerpo, deviene algo distinto. El surrealismo está en deuda con lo cardociano.
Escritura comprometida. Sí, ya sé que es un término que les gusta muy poco a los críticos y creadores actuales. Pero, ¿qué hacemos? El hambre sigue siendo hambre y los que reclaman y esperan justicia siguen aún esperando. Nuestras sociedades siguen siendo paladines de la desigualdad y la justicia con precio. El escritor o el poeta en su torre de papel o su castillo digital se siente cómodo y sirve para nada, totalmente convencido de que sirve para nada (dirá “no tengo porqué servir para nada”). Bajo la pretendida formalidad académica o el desparpajo del “desenfado” se parapeta el cinismo en la palabra de muchos.
Eso marcará el tono de toda la escritura de Cardoza y Aragón. La palabra cardociana se nutre del lector y regurgita símbolos que gritan la existencia de milagros compartidos y conjuntos.
Luis Cardoza y Ararón es polifacético y múltiple en su escritura. El poeta, el ensayista y el crítico de arte, todos el mismo, devienen atravesados por la convicción que podemos darnos un mundo más justo, un mundo mejor, más humano.
Podría decir que era antigüeño: sus dibujos de ciego trazan el venturoso encuentro de sus dos mitades, feliz semilla dentro del vientre materno.
Podría decir que llenó de múltiples Alonsos Quijano, Dulcineas y Sanchos sus ríos y novelas de caballería y que en ellas Don Quijote indio-negro-mestizo nunca abandonó su locura, nunca se retiró a una hacienda que no tenía, nunca dejó de hablar sobre un maya libre, de soñar una Troya renacida, comida alegre y suficiente en cada mesa, una básica solidaridad humana, una amorosa Coatlicue dándonos cobijo entre su falda de serpientes.
Coherencia entre palabra y hecho. No fue cómplice de dictaduras ni fue embajador de charlatán, tirano o genocida. Su frase “Osos de feria contentos con su papel y con la argolla que ellos mismos se han puesto en las narices” expresa esa exigencia.
Admiró el movimiento monumental en David Alfaro Siqueiros, la maestría técnica y color en Diego Rivera, eligió para sí la metáfora de Prometeo en Llamas de José Clemente Orozco. Su lápida cardociana: “Los tres grandes del muralismo mexicano son dos: Orozco” señala su preferencia. La palabra: daga sobre el vientre de la realidad. Cesárea y parto natural.
Octavio Paz escribió: “Oímos a Cardoza defender a la poesía, no como una actividad al servicio de la Revolución, sino como la expresión de la perpetua subversión humana. Cardoza fue el puente entre la vanguardia y los poetas de mi edad. Puente tendido no entre dos orillas sino entre dos oposiciones”. Jorge Carrión en su artículo “Roberto Bolaño, realmente visceral” afirma que Octavio Paz vetó la publicación de las obras completas de Luis Cardoza y Aragón en México. No es de extrañarse esta aseveración. Octavio Paz recelaba (recelo de doble vía, bien correspondido) de la inteligencia afilada de su contrincante ideológico. No fue su extranjería la razón del veto.
La poesía reina en la palabra de Luis Cardoza y Aragón. El tono de sus líneas es un mantra que nunca adormece y abre la puerta a la inteligencia y los sentidos. Palabra cifrada que se expande y se muestra lentamente. Lázaro nos habla de un Cardoza y Aragón que se aleja en el camino… y sólo nos queda la telaraña de sus palabras. La pura existencia. Entra y colúmpiate desde sus múltiples hilos.
Bibliografía incompleta de Luis Cardoza y Aragón
Luna Park (1923)
Maelstrom (1929)
La torre de Babel (1930)
Catálogo de pinturas (1934)
El sonámbulo (1937)
Apolo y Coatlicue, ensayos mexicanos de espina y flor (1944)
Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo (1949)
Pintura mexicana contemporánea (1953)
Guatemala, Las líneas de su mano (1955)
Orozco (1959)
Quinta estación (1974)
El río: novelas de caballería (1986)
Tierra de belleza convulsiva
Miguel Ángel Asturias, casi novela (1991)
Lázaro (de aparición póstuma)
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