Julio C. Palencia
Cadáver bien amado
levántate y señala
las cuencas de tus ojos
la huella de lo que fue tu carne.
Tus huesos
nunca en silencio estuvieron
y hoy con voz clara
cantan
cantan
cantan.
Levántate
que tu descarnada verdad
señale al genocida
y su descendencia
sienta vergüenza
de pertenecer a su estirpe,
que renieguen de su apellido
y de su sangre condenada.
En esta tierra patas arriba
el genocida se sueña bendecido
un superman
que en un país que se respete
estaría ya
en un manicomio
o en una cárcel.
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