Julio C. Palencia
Utilizaba la palabra para sembrar ideas e inquietudes en cerebros ajenos. Lo difícil era reconocer los resultados al paso de los años.
Julio C. Palencia«…somos la única especie del planeta que ha inventado una memoria comunal que no está almacenada ni en nuestros genes ni en nuestros cerebros. El almacén de esta memoria se llama biblioteca«, «…la salud de nuestra civilización, nuestro reconocimiento real de la base que sostiene nuestra cultura y nuestra preocupación por el futuro, se pueden poner a prueba por el apoyo que prestemos a nuestras bibliotecas«.
Carl Sagan
Todos tenemos libros que nos apasionan de manera inexplicable. Hay libros que son nuestro mejor espejo, que dialogan con nuestro ser más profundo, que nos hacen soñar, que nos duelen. Si esas lecturas, que son siempre re-lecturas –bálsamo, provocación y oxígeno–, nos faltaran, se empobrecería de manera severa nuestra vida.
Esos libros repetitivos y obsesivos, indispensables, no son muchos.
Si tu biblioteca personal tiene libros que no has tocado en meses o años, pero los conservas, considera un momento donarlos a la biblioteca pública de tu colonia, de tu comunidad, de tu ciudad. Allí se convertirían en lectura de muchos, el mejor destino de un libro.
Una biblioteca privada de cientos o miles de libros podría indicar que esos libros están allí, como diría Séneca, de «adorno» mas no para ser leídos. Ya Séneca señalaba que sus contemporáneos adinerados coleccionaban libros hasta en las paredes de los baños, al igual que lo hacían con vasijas, pinturas o alfombras, para acentuar el estatus y el prestigio.
Las bibliotecas tienen muchísimo sentido si son públicas.
YA SÉNECA SEÑALABA QUE SUS CONTEMPORÁNEOS ADINERADOS COLECCIONABAN LIBROS HASTA EN LAS PAREDES DE LOS BAÑOS, AL IGUAL QUE LO HACÍAN CON VASIJAS, PINTURAS O ALFOMBRAS, PARA ACENTUAR EL ESTATUS Y EL PRESTIGIO.
No es descabellado dejar de considerar los libros una propiedad similar al dinero, una casa o la estufa. Pascal señala que es más apropiado decir «nuestro libro, nuestro comentario, nuestra historia» ya que hay muchas más voces en un libro que la del mismo autor. Lo apropiado sería decir «A través de mí se dice, a través de mí se opina«, nos dice Witold Gombrowicz.
Si ya leiste un libro, regálalo. Dónalo a una biblioteca pública de tu barrio, tu colonia, en donde otras personas tengan acceso a sus páginas. Las ideas y los gustos se comparten. Sin duda, hay libros de cabecera, tus «clásicos», uno que, como dice Italo Calvino, siempre estás releyendo. Aún esos y con gusto, si puedes compra uno para ti y dona otro. Las obsesiones, como la tuya con un libro determinado, también son parte de la época que te tocó vivir y podrías compartirla con otros. En tu biblioteca personal no hacen sino languidecer.
Cuando pienso en bibliotecas públicas se me viene a la mente la Biblioteca Central de Vancouver, un verdadero coliseo romano de 5 pisos. Un canto a los libros. Esa biblioteca es un centro de reunión para toda la ciudad. Las mismas bibliotecas satélites de la central, que corresponden a cada colonia o barrio de Vancouver, son centros de reunión y mucha actividad. Los libros entran y salen y en ocasiones hay que hacer fila para recibir un libro.
Las bibliotecas de nuestros países pueden operar de la misma manera. Un paso adelante es que todos decidamos que nuestras bibliotecas pueden ser mejores y donar por nuestra cuenta un libro o varios a la comunidad.
LAS OBSESIONES, COMO LA TUYA CON UN LIBRO DETERMINADO, TAMBIÉN SON PARTE DE LA ÉPOCA QUE TE TOCÓ VIVIR Y PODRÍAS COMPARTIRLA CON OTROS. EN TU BIBLIOTECA PERSONAL NO HACEN SINO LANGUIDECER.
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